Todos me piden
que dé saltos, que tonifique y
que futbole, que
corra, que nade y que vuele. Muy bien.
Pablo Neruda
Hoy el
miedo me ha abrazado, ha hecho que mis piernas tiemblen, me ha anudado la
garganta y me arrugó el corazón. Mi cara permanece desfigurada no logro ocultarlo y no
encuentro cómo salir del trance en el que
estoy metida. Bendita empatía y ese sentimiento como madre
de meterme en la piel y los zapatos de otro. El miedo cruza la línea fina y siento dolor.
Miro a
mis hijos, más al pequeño y el miedo me lleva a desfallecer. En medio del miedo
siento rabia, rabia de verlo tan fuerte, miedo de saberlo tan frágil. Y aumenta mi rabia cuando veo tanto desconocimiento
sobre su condición, tanto mirar sobre el hombro
de los demás, tanto pasar por encima de
una causa tan importante y a la vez tan poco hablada.
Entonces
recuerdo porque tengo miedo, otro niño ha sido víctima de un corazón roto, que fue reparado, pero
que no quiso funcionar más. Siento miedo de darle la
oportunidad a mi hijo de que sea igual a los demás,
miedo de que sus emociones lo traicionen. Siento tanto miedo.
Me
pregunto que puedo hacer, aprender a vivir con ello no es suficiente. ¿Qué otra cosa debo saber? ¿Qué otra cosa debo aprender? Decido
hablar, contar, enseñar, pero mis palabras se
pierden en un mar de muchas causas, y pasa, el tiempo, la gente, la causa. Me
debilito, peleo conmigo, ¿con quién más?, me cruzo de brazos y me
niego a perder de nuevo mi tiempo, mis energías,
mis esperanzas.
Vuelvo a
mirar a mi hijo, caigo en que no es por mi, es por él, por los hijos de mis amigas, por los que no conozco en
persona, pero conozco sus nombres. Es por ellos que debo educarme, educar a los
demás. Es de la única forma que el miedo se irá.
Es la única forma en que puedo
sobrevivir al carácter de mi hijo y a sus
enormes deseos de vivir. Hoy todavía siento mucho miedo de ese
cuco que vive en el pecho de mi hijo y me asusta como fantasma debajo de la
cama. Del qué no puedo ocultarme bajo las sábanas, porque el que lo carga me necesita. Necesito ser un
poquito más héroe para mi hijo, gritarle al miedo que me deje en paz.
Mi querida Marta, que bien describes el miedo que tenemos nosotras mamas de guerreros, aquel miedo que lo tenemos permanentemente con nosotros y que aveces queremos olvidar y tratamos de tener una vida "normal" y cuando de repente nos enteramos de noticias que para nosotros es como un sacudon y el miedo nos dice aqui estoy :(.. Muy lindo Marta muchas gracias por compartilo. Te envio un fuerte abrazo pero bien fuerte hoy que es un dia triste para nosotras :( Vane..
ResponderEliminarHola Marta, entiendo perfectamente tus sentimientos, yo siempre digo que deberia estar prohibido que los niños estuvieran enfermos. Muchos animos Marta, un besazo
ResponderEliminarHola de nuevo Marta!, tenía pendiente de repartir unos premios, pásate por mi blog a recogerlo.
ResponderEliminarY de nuevo, muchos, muchos ánimos, ten esperanza, eso es lo último que debe perderse.
Uffff...me acabas de llegar muy pero muy adentro. Mucho ánimo mi querida Marta "R". Eres grande porque eres la mamá de un gran guerrero, de un guerrero luchador que saldrá triunfante de todas las batallas.
ResponderEliminarUn abrazo muy fuerte
Gracias, gracias, gracias, por ponerle palabras a lo que siento, yo no podría haberlo dicho mejor. Con tu permiso me quedo por aquí. Un abrazo!
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